EL ESCRITOR COMPULSIVO

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El gran Gustavo Adolfo Bécquer

EL ESCRITOR COMPULSIVO

El escritor compulsivo soy yo, Alberto Bellido y este es un blog dedicado a mi mayor afición, a mi mayor pasión: El cine, el séptimo arte.

En el blog los visitantes podrán leer y comentar diversos artículos así como guiones de todos los géneros redactados por mí y sus memorias de realización, es decir, las diferentes intenciones que me guiaron en el momento de crear cada historia.

Espero que todos disfrutéis con mi blog.

Un afectuoso saludo.

miércoles, 12 de octubre de 2011

MICRORRELATO DE "LA SANTA COMPAÑA Y EL HOMBRE CALABAZA"

Principios del Siglo veinte. En una aldea perdida de Galicia vivía un campesino llamado Manuel. Después de muchos años de trabajo, había vendido sus tierras, pues su familia era de las más ricas de la zona.
Había decidido quedarse únicamente con un pequeño huerto, dedicándose a sembrar y recoger sus frutos, esperando resignado a la muerte.
Manuel vivía solo, al haber enviudado hacía años y no haber tenido hijos con su mujer.
Una mañana, temprano, llegó al huerto silbando y con el azadón a la espalda. De repente, sorprendido, dejó de silbar. Entre hileras de pimientos y tomates, había una calabaza. Manuel estaba extrañado, no recordaba haber echado semillas de calabaza en su huerto.
Decidió centrarse en las labores que tenía pendientes y olvidarse de la calabaza. A mediodía se tomo un descanso y fue hacia un riachuelo a descansar y comer. Cuando más tranquilo estaba, escuchó gritos desgarradores. Inquieto, asustado, Manuel corrió hacia la aldea. Algo había ocurrido con sus vecinos. Fue entrando en todas las casas, pues las puertas principales estaban abiertas. Todos los lugareños estaban muertos, con sus cuerpos desmembrados.
Corrió hacia el cuartel de la guardia civil más cercano, sin dejar de mirar atrás, por si el homicida le estaba siguiendo, hasta cubrir el par de kilómetros que separaban el cuartel de la aldea. La puerta también había sido forzada. Los guardias civiles estaban muertos, con sus cuerpos desangrados en el suelo.
Espantado, Manuel regresó a la aldea y se encerró en su casa, con el azadón como arma para defenderse de un más que seguro ataque del asesino.
Paso la tarde y, al llegar la noche, noche de luna llena, Manuel, harto de comportarse como un cobarde, se envalentonó y salió de su casa después de beber varios tragos de aguardiente de orujo.
Se dirigió al huerto, dispuesto a enfrentarse allí con el asesino. Al llegar, observó, muy extrañado, que la calabaza había aumentado de tamaño. Se sentó encima de ella y así estuvo, expectante, hasta la medianoche.
Escuchó las doce campanadas procedentes de una Iglesia y una visión escalofriante se ofreció ante él. La mítica y aterradora Santa Compaña desfilaba a paso lento. Manuel se levanto, temblando de los pies a la cabeza. Detrás de él, la enorme calabaza se transformó en un hombre grotescamente deforme, que se abalanzó sobre Manuel y acabó con su vida.
El hombre calabaza, también impactado por la presencia de la Santa Compaña, se tumbo boca abajo. Trato de no mirar hacia los muertos, pero vio por el rabillo del ojo, como el alma de Manuel se separaba de su cuerpo, uniéndose a la procesión.
La Santa Compaña reanudó su tétrica marcha y el hombre calabaza, aliviado, se levanto y corrió desnudo por el campo, soltando maullidos aterradores, que se escucharon en las aldeas próximas.
A partir de aquella fatídica noche, los habitantes de la Región no sólo tendrían miedo de la Santa Compaña, sino también del sanguinario hombre calabaza.

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