El género bélico es un tipo de cine que ha tenido un desarrollo
claro y meridiano desde los inicios del séptimo arte.
Dicha evolución ha estado muy influenciada por los dos grandes
conflictos del siglo veinte: La primera guerra mundial, (también
conocida como “La gran guerra”), y la segunda guerra mundial,
aunque también por la guerra de Vietnam.
Las primeras grandes películas correspondientes al género fueron
filmadas y dirigidas por uno de los pioneros del género, David Wark
Griffith: La fundacional, conservadora y racista, (por su defensa del
Ku Klux Klan), El nacimiento de una nación y el documental El
corazón del mundo.
Mientras tanto, al otro lado del mundo, en la recién nacida Unión
Soviética, otro maestro del cine mudo, Sergei M.Eisenstein, rodaba
octubre, acerca de la fallida revolución de 1905, película de corte
pacifista y una acertada visión del mundo obrero. Y posteriormente,
con la que sería conocido mundialmente, El acorazado Potenkim.
Otra obra maestra del período fue El gran desfile, de King
Vidor, director longevo donde los haya, con una filmografía extensa
y que llegaría al siglo de vida.
Una gran película, muy posterior, aunque también ambientada en la
Gran Guerra, es Senderos de gloria, de Stanley Kubrick,
abiertamente pacifista y muy crítica con el ejército francés,
hasta tal punto que fue prohibida su exhibición en este país hasta
un par de décadas después de su producción.
El auge y esplendor del género se produjo durante y después de la
segunda guerra mundial, sobre todo, con fines propagandísticos en
ambos bandos.
De Hollywood destacaron dos grandes obras, con mayúsculas, del cine:
Casablanca, de Michael Curtiz, con unas grandes
interpretaciones de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. Y El gran
dictador, del inimitable Charles Chaplin.
De Casablanca hay que resaltar sus grandes frases para la
historia mientras que El gran dictador realiza una
acidísima crítica de los nazis cuando éstos avanzaban, imparables
y parecían invencibles, por los campos de batalla de Europa.
Pero fue a partir del ecuador del conflicto, a raíz del ataque
japonés a la base estadounidense de Pearl Harbor, ubicada en las
Islas Hawai, cuando el esfuerzo propagandístico de los
norteamericanos se puso en marcha, a toda máquina, no tanto por
equipararse con los documentales de la UFA germana, como El
triunfo de la voluntad, de Leni Riefenstahl, sino por elevar la
moral de las tropas después de unos meses traumáticos en los que el
Imperio japonés realizó en el Pacífico una guerra relámpago muy
similar y del estilo de los alemanes, de la Bliztkrieg,
convirtiéndolos en la gran potencia dominadora de Asia, hasta ser
frenados en la decisiva batalla de Midway, (que contaría con una
película del mismo título).
Aparte de que también hubo directores, actores y técnicos de cine
que fueron reclutados para defender a Estados Unidos de la agresión
nipona y que posteriormente regresaron y, en base a las experiencias
que habían vivido, sacaron adelante películas de exaltación
patriótica, tanto en los años postreros de la guerra como en la
inmediata posguerra.
No hay que olvidar tampoco otra gran película, aparte de El gran
dictador, Ser o no ser, de Ernst Lutbitsch, una feroz sátira del
nazismo.
Dentro del cine de propaganda y exaltación patriótica, destacaron
un ramillete de películas como Bataan, Por el valle de las
sombras, Destino Tokio y Objetivo Birmania, entre otros.
Ya en la posguerra y más centrada en las consecuencias del conflicto
y sus secuelas sobre los excombatientes es digna de resaltar Los
mejores años de nuestra vida, de William Wyler, con un
protagonista alcohólico.
El cine bélico no experimentaría una nueva edad de oro hasta
finales de los sesenta y principios de los setenta, aunque no hay que
olvidarse de dar un buen visionado a Los cañones de Navarone,
de J.Lee Thompson.
Las películas correspondientes a esta etapa pueden muy bien
encuadrarse dentro del cine de evasión, de entretenimiento puro y
duro, al cien por cien, con películas como Los doce del patíbulo
y Comando en el mar de la China, ambas dirigidas por Robert
Aldrich.
También el actor y director Brian G.Hutton fue autor de películas
con grandes estrellas del momento, como Clint Eastwood y Richard
Burton, destacando El desafío de las águilas y Los
violentos de Kelly.
La última película que puede considerarse claramente como de
exaltación patriótica fue Los boinas verdes, dirigida e
interpretada por el mítico John Wayne, ambientada en la guerra de
Vietnam y que, como las películas rodadas en plena segunda guerra
mundial y las de evasión anteriormente mencionadas, se puede
calificar como mitificadora y maniqueísta, con unos protagonistas
buenos, muy buenos, y unos malos muy malos, valga la redundancia.
El proceso inverso, de desmitificación del género, se inició con
la serie MASH, de Robert Altman, ambientada en la guerra de Corea,
pero producida durante la posterior de Vietnam. Su éxito originó
también una película homónima y filmada por la misma fecha.
El desastroso papel y la dolorosa derrota de Estados Unidos en el
Sudeste Asiático propició una corriente muy crítica, con un cambio
radical de mentalidad en las películas de género.
Las grandes películas de esta tendencia no llegaron hasta las salas
hasta que se produjo una reflexión profunda, hacia finales de la
década de los setenta.
Apocalypse Now, dirigida por Francis Ford Coppola, basada en
la novela El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad,
merece capítulo aparte.
Otra película, en esta misma senda, es la oscarizada El cazador,
de Michael Cimino, protagonizada por Robert de Niro.
Y El regreso, del incomprendido y talentoso Hal Ashby, con Jon
Voight y Jane Fonda.
Ambas se distinguieron por abordar el siempre difícil y espinoso
tema del retorno a casa de los combatientes, con traumas físicos y
psicológicos, (especialmente emocionante resulta El regreso,
protagonizada por un soldado inválido y cuidadora voluntaria)
Como comentaba unos párrafos atrás, Apocalypse Now merece
una mención y un comentario aparte, no sólo por su gran director y
su magno reparto, (con actores como Martín Sheen, Marlon Brando,
Robert Dubai y Dennis Hopper, entre otros), sino en especial por
todos los padecimientos y peripecias por las tuvo que pasar su equipo
técnico y artístico para acabar la filmación.
Actores como Harvey Keitel, que tuvieron que dejar el rodaje y ser
sustituido por Martín Sheen, que estuvo a punto de morir de un
infarto.
Desencuentros con el gobierno filipino del dictador Ferdinand Marcos,
por los helicópteros que aparecieron en la ya célebre secuencia de
la cabalgata de las walkirias de Richard Wagner, y que tuvieron que
ser devueltos para que el ejército luchará contra la guerrilla.
Tifones que destrozaron los decorados, problemas con la Productora
por excederse del presupuesto, por la edición y el montaje de la
película y por los continuos retrasos en la producción, que comenzó
en 1976 y se alargó hasta su estreno definitivo, en 1979, en el
festival de Cannes, donde consiguió la prestigiosa Palma de Oro.
Tampoco hay que ignorar la desesperación de Coppola, que incluso se
vio obligado a poner a la venta muchas de sus propiedades y quedo
arruinado, física y mentalmente.
Por ello, su afirmación de que Apocalypse Now no es una
película sobre la guerra de Vietnam sino que es Vietnam, ha quedado
plenamente justificada y, por ende, pasado a la Historia.
Otro director destacado del género fue Samuel Fuller, que participó
en la segunda guerra mundial y cuya experiencia y vivencias en el
conflicto fueron usadas y plasmadas como material en sus películas,
sobre todo, en Uno rojo, división de choque, donde un comando
norteamericano se ve envuelto en las campañas del Norte de África,
Italia y Normandía, entre otros.
También destacaron otras películas como Casco de acero y A
bayoneta calada, rodadas en la década de los cincuenta.
Oliver Stone, si bien en sus principios ejerció exclusivamente como
guionista, ha sido el autor de una trilogía sobre la guerra de
Vietnam, compuesta por las películas Platón, (premiada con
cuatro Oscar); Nacido el 4 de Julio, memorable historia de un
fervoroso soldado, protagonizado por Tom Cruise, que discapacitado se
convierte en un activista contra la guerra, (reportando otro Oscar
como director a Stone), y El cielo y la tierra.
Dentro de esta corriente crítica y de revisión hacia lo que
aconteció en el conflicto de Vietnam y el trauma que supuso que la
primera superpotencia del mundo por entonces fuera derrotada por
guerrilleros comunistas, también está encuadrada La escalera de
Jacob, de Adrian Lyne.
Tampoco Stanley Kubrick y Brian de Palma quedaron libres de dar sus
particulares visiones y versiones de la guerra en el sudeste
asiático, con La chaqueta metálica y Corazones de hierro,
respectivamente.
Las últimas grandes películas del género, ya ubicadas
temporalmente en las postrimerías del Siglo veinte y los albores del
Siglo veintiuno han sido la críptica La delgada línea roja,
de Terrence Malick: la espectacular Salvar al soldado Ryan, de
Steven Spielberg. Y la entretenida Black Hawck derribado, de
Ridley Scott.
Para concluir la última gran directora que ha vuelto a prestigiar el
cine bélico ha sido Kathryn Bigelow, con sus películas sobre la
guerra de Irak, (con En tierra hostil), y el enfrentamiento
con la organización terrorista Al Qaeda y su líder Osama Bin Laden,
(con La noche más oscura).
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