ARTÍCULO:
EL HOLOCAUSTO EN EL CINE Y EL
HIJO DE SAÚL.
El
en inolvidable, en el peor sentido, año mil novecientos cuarenta y
cinco, no sólo se dio por finiquitada y terminada la peor guerra, el
peor conflicto que ha padecido la humanidad desde su surgimiento,
sino también significó el punto, (esperemos que final), a uno de
los episodios más vergonzosos y degradantes de la Historia, el
holocausto causado e infringido por los nazis a los judíos.
Durante
los años que duro el conflicto bélico, y especialmente los últimos,
el ejército alemán comandado por su iluminado líder Adolfo Hitler,
encerró al pueblo judío en guettos y campos de concentración
esparcidos por toda Europa y eliminó hasta a seis millones de ellos
en lo que se dio en llamar la solución final, en las tristemente
célebres cámaras de gas.
Así,
campos de concentración como los de Birkenau, Buchenwald, Dachau y
Auswitchz, han pasado a formar parte de la infamia para siempre, de
aquello que nunca, jamás, puede volver a repetirse y de lo que
Alemania deberá pedir perdón y no olvidar hasta el fin de los días.
Fue
el descubrimiento por parte del ejército soviético, (que, por
cierto, luego sus líderes cometerían tropelías semejantes e igual
de atroces con los Gulajs), de estos campos, de las fosas comunes
donde miles de cadáveres yacían, así como de los esqueléticos y
famélicos prisioneros liberados, lo que reveló al mundo este
horror.
Hecha
esta apasionante aproximación histórica y centrándonos ya en la
relación del holocausto con el cine, se puede afirmar que este de
los campos de concentración fue un subgénero bélico que partió de
películas más o menos épicas y edulcoradas, que no ponían el
énfasis y el acento en los sufrimientos padecidos por los
prisioneros, seguramente porque no se quería hurgar en una herida
que era aún demasiado profunda.
Así,
destacaron una serie de películas que relataban las apasionantes
peripecias y aventuras de prisioneros aliados, (estadounidenses,
ingleses, etcétera), que pergeñaban e intentaban espectaculares
fugas.
Películas
de los sesenta como La
gran evasión
y El
puente sobre el río Kwai,
e incluso una de las últimas películas, ya en los ochenta, del gran
maestro John Houston, Evasión
o victoria.
Pasada
esta fase, un tanto ingenua y naif, es indudable afirmar que por fin
hubo una película que entro en profundidad en el inmenso dolor y
sufrimiento padecido por el pueblo judío, ya cincuenta años más
tarde, cuando las heridas estaban cicatrizadas.
Se
trata de la Lista
de Schindler,
de Steven Spielberg, una de las mejores películas de su filmografía
y con la que tras años de ser ignorado, obtuvo un justo
reconocimiento por parte de la Academia de Hollywood, con una buena
colección de Oscar.
La
historia, real, en la que se basa la película, relata la trayectoria
vital durante esos convulsos años, de un empresario alemán, Oskar
Schindler, (brillantemente interpretado por Liam Neeson), afiliado al
partido nazi y que, sin embargo, gracias al trabajo en sus fabricas y
factorías, fue capaz de salvar las vidas de miles de judíos
enfrentándose a sus correligionarios, siendo por ello debidamente
reconocido por el pueblo judío como justo entre los justos.
La
película está rodada acertadamente en blanco y negro, pues acentúa
el dramatismo de la puesta en escena, así como las interpretaciones
de los actores, (entre los que también Ben Kingsley como el contable
de Shindler, judío), y con una banda sonora magnifica. Desde luego,
es emocionante de ver.
Espoleado
por el ejemplo, otro destacado judío como Spielberg, se atrevió por
fin, después de muchos años, a rodar otra película sobresaliente,
(siendo un tema muy personal para Polanski, que le toco muy de cerca,
pues estuvo en un ghetto cuando era niño), El
pianista,
que también se hizo merecedora de varios Oscar y que narra la
historia de un músico superviviente de un campo de concentración.
Igualmente,
resultan recomendables de ver algunas de las versiones que se han
realizado de la famosa niña judía que murió en un campo de
concentración y que plasmo sus dolorosas vivencias en unos diarios:
Anna Frank.
Respecto
al Hijo
de Saul, hay
que mencionar que incluso es una historia más cruda y dolorosa que
la descrita en La
lista de Shindler y
El
pianista, pues
describe el día a día de un Oberkomando, (que eran los judíos a
los que los nazis encargaban la limpieza de las cámaras de gas donde
miles de los de su misma especie morían), un judío húngaro que
cree ver en el cadáver de un niño a su propio hijo.
Relata
las peripecias por las que atraviesa para conseguir que un rabino le
pueda dar justa sepultura al tiempo que se ve inmerso en los planes
de fuga de un grupo de sus compañeros.
Es
una película que mancha, que te sumerge en el fango desde el
principio y que hace sentir a cada espectador lo que debió ser la
vida y la muerte de aquellos desafortunados judíos, sin el cierto
distanciamiento de, por ejemplo, La
lista de Shindller, pese
a cierto hieratismo del personaje protagonista.
Una
película que, si bien, no es apta para estómagos sensibles, no deja
de ser aconsejable de ver.
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